El derecho en los tiempos del contrato no leído

shina*por Fernando Shina

I Presentación. Según estadísticas confiables, menos de una persona de cada mil lee los contratos de adhesión que suscribe.[1] Este dato que se repite en todos los países nos permite adelantar una conclusión: nunca, en ningún lugar, ninguna persona lee, ninguno de los contratos firman.

Una vez hecha esta presentación sin atenuantes, le pido al lector que me acompañe con un recuerdo que seguramente compartimos. Pensemos en una maestra de tercer grado que, al explicarnos las reglas de la multiplicación, recitaba con infinita paciencia: Cero por toda la cantidad es igual a Cero. Ella nos quería decir que cualquier número que se multiplica por cero da como resultado cero porque la repetición acumulativa de ceros no hace más que sumar vació al vacío o agregar nada a la nada misma.

Lo mismo ocurre con la información que nos brindan los proveedores y la no lectura de los contratos que firmamos. Por más que se derroche información la no lectura del contrato la anula como el número gigante que se esteriliza cuando se lo multiplica por cero. Se informa mucho y no se lee nada. Esto tiene un resultado que también matemático: nosotros seguimos desinformados y los proveedores impunes frente a su obligación informativa.

Los datos estadísticos son inmodificables y nadie espera que los contratos vuelvan a leerse como se leían cien años atrás. Es por eso que estamos obligados a pensar modelos de responsabilidad que funcionen aun sabiendo que una de las partes no leyó, y nunca va a leer, el contrato que, sin embargo, lo obliga.

II) La conducta apropiada y antijurídica. Hablando de paradojas, existe una forma muy extendida de antijuridicidad que se concreta mediante una conducta irreprochable. Veamos. El sujeto que informa sabiendo que la información que ofrece será neutralizada por la indiferencia de quien debe recibirla sabe, en definitiva, que no está informando nada. Ese informar a sabiendas de que no se informa nada es tan antijurídico como la omisión de informar. Ese hacer algo sabiendo que su resultado es tan vano como perjudicial nos lleva al art. 1724 del CCyC porque la conducta deliberada y desaprensiva es una de las formas que asume el dolo que …se configura por la producción de un daño de manera intencional o con manifiesta indiferencia por los intereses ajenos.

Los proveedores saben que sus clientes están dominados por un optimismo impulsivo que los lleva a rechazar cualquier consejo razonable. Este optimismo irracional, que algunos estudiosos denominan ‘tentación’, es imposible de controlar mediante informaciones que traten de atenuarlo.

Richard Thaler (Premio Nobel de Economía 2017) señala que: Los problemas de autocontrol combinados con la decisión irreflexiva tienen malas consecuencias para la gente real. Millones de personas todavía fuman a pesar de que está demostrado que fumar tiene consecuencias terribles para la salud y, lo que es más significativo, la gran mayoría de los fumadores afirmar que les gustaría dejarlo. Casi dos tercios de los estadounidenses tiene sobrepeso o están obesos. Muchas personas nunca llegaran a suscribir el plan de pensiones de su empresa, aunque cuenten con importantes ayudas [2].

No se trata de informar a destajo, sino de analizar los aspectos más importantes de la personalidad humana y saber que la tentación siempre domina a la reflexión. Es necesario estudiar más al ser humana y prestarle menos atención a los manuales de instrucciones que hacen las empresas. Como dice Dan Ariely[3] somos previsiblemente irracionales: es preciso que conozcamos un poco más acerca de nuestras previsibles conductas.[4]

Daniel Kahneman (1934, Premio Nobel de Economía 2002) describe al optimismo como motor del capitalismo. Casi todos los humanos vemos al mundo más benigno de lo que realmente es, nuestras capacidades más estimables de lo que realmente son, y los fines que perseguimos más fáciles de lograr de lo que realmente son. También tendemos a exagerar nuestra capacidad para predecir el futuro, lo cual fomenta un optimista exceso de confianza. Por sus consecuencias para las decisiones, el sesgo optimista puede muy bien considerarse el más destacable de los sesgos cognitivos. Como el sesgo optimista lo mismo puede bendecirnos que condenarnos, quien sea optimista por temperamento debería ser precavido en medio de su contento [5]

En resumen: La información debe atenuar el optimismo antes que describir las limitaciones del producto.

III) Epílogo. La información eficiente no es la que nos dice que un reloj es resistente al agua o sumergible, sino la que advierte que ese reloj que compramos para ir a bucear tiburones al Caribe es apenas útil para lavar los platos. Ese es el lenguaje que necesitan los consumidores para no caer en ruinosas tentaciones.

Termino con una cita del notable científico argentino, Facundo Manes: ¿Tendrá sentido preguntarse cuándo fue que empezó el futuro? ¿Cuál será la respuesta definitiva de este oxímoron, en el que el verbo se conjuga en pasado cuando se habla de algo que está por venir? Quizás en estas contradicciones se encuentre la clave, porque aquello que se esperaba ya está entre nosotros: la hiperconexión, el presente continuo en donde se fusionan todos los tiempos, la vida larga y a prisa, los avances tecnológicos que de tan asombrosos ya no asombran. Y ahora que llegó, nos preguntamos qué vamos a hacer con este futuro y qué va a hacer el futuro con nosotros.[6]

Es imprescindible que la academia nacional salga de su letargo autorreferencial y asuma una agenda de futuro.

Notas:

1 Ayres, Ian, "THE NO-READING PROBLEM IN CONSUMER CONTRACT LAW" (2014). Faculty Scholarship Series. Paper 4872, http://digitalcommons.law.yale.edu/fss_papers/4872, Captura: 28-12-2017

2 Thaler, Richard – Sunstein, Cass, Un pequeño empujón, Belén Urrutia (trad.), Buenos Aires, Taurus, 2018, p. 61.

3 Dan Ariely, nació el 29 de abril de 1968 en New York. Es Profesor de Psicología del consumo en MIT, Duke y Princeton.

4 Mi siguiente información es la de que no sólo somos irracionales, sino previsiblemente irracionales; es decir, que nuestra irracionalidad se produce siempre del mismo modo una y otra vez. Ya actuemos como consumidores, como empresario o como responsables de decisiones políticas, comprender el modo en que somos previsiblemente irracionales proporciona un punto de partida para mejorar nuestra capacidad de decisión, cambiando para mejor nuestra forma de vida. (Ariely, Dan, Las trampas del deseo, Francisco J. Ramos (Trad.), Barcelona, 2009, p.18).

5 Kahneman, Daniel, Pensar rápido, pensar despacio, Joaquín Chamorro Mielke (Trad.), Debate, 2018, p. 334).

6 Manes, Facundo – Niro, Mateo, El cerebro del futuro, Buenos Aires, Planeta, 2018, p.

*Fernando Shina: Abogado (UBA - 1987); especialista en relaciones de consumo. Actualmente se desempeña como Auxiliar Letrado de la Cámara de Apelaciones de Trelew. Fue Asesor legal de la Dirección General de Defensa y Protección de los Consumidores y Usuarios de la Provincia de Chubut. Se ha desempeñado como docente del área de Estudios Sociales para el Providence School Department, Rhode Island (Estados Unidos – 2002-2004). Es Profesor invitado de la Maestría en Derecho Civil Patrimonial, en la materia Derecho el Consumidor de la Pontificia Universidad Católica Argentina y Profesor del Curso de Posgrado sobre Defensa del Consumidor en Pontificia Universidad Católica Argentina. Es autor de numerosos libros sobre su especialidad.*


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