EDITORIAL ESTEBAN GALLO
La problemática de la Violencia Familiar y de Género se ha instalado en la comunidad como un tema crucial. Acá no hay grieta que valga.
Y ese sentimiento colectivo, que trasciende cualquier barrera política, ideológica o social, se ha hecho carne en una sociedad activa que pone el ojo en la eficacia de los operadores públicos que tienen la responsabilidad de ocuparse de este flagelo. La sociedad de hoy, sensible, informada y comprometida, se planta con firmeza y exige respuestas apodícticas.
El Superior Tribunal de Justicia de Chubut captó el mensaje, convocó a los operadores que están encima de la problemática e ideó un plan tendiente a ajustar los mecanismos de acción para perfeccionar la labor del Poder Judicial en favor de las víctimas.
El resultado fue la puesta en marcha de las acordadas 4510 y 4511 que establecieron ajustes en la tarea conjunta que llevan adelante la Policía con los jueces penales, los jueces de familia, la Defensoría y el Ministerio Público Fiscal.
Las disposiciones del alto cuerpo incluyeron la implementación de un novedoso sistema de guardias, aplicable a los Juzgados de Familia en todas las circunscripciones judiciales de la provincia, para que los denunciantes tuvieran atención garantizada.
Como lo expresa el acuerdo plenario, “el objetivo es remover cualquier interferencia funcional o estructural que afecte las condiciones de acceso a la justicia y el ejercicio pleno de los derechos de todos los ciudadanos”.
Los operadores del sistema asumieron obligaciones y las cumplieron. Eso significó redoblar esfuerzos, redistribuir las tareas, sumar horas de trabajo y fundamentalmente, aceitar la relación entre los jueces de familia, comisarías, fiscales. jueces penales y defensores.
No hay otra receta. Los temas complejos no se resuelven con los bríos de las acciones individuales, los objetivos serán alcanzados si todos los operadores del sistema entienden que es imprescindible conformar un equipo homogéneo, que debe ser consolidado con el compromiso, el capital intelectual y la capacidad profesional de cada una de las partes.
Los resultados han sido muy positivos. Así se desprende de las reuniones que los miembros del Superior Tribunal de Justicia han realizado con los operadores del sistema de toda la provincia.
“Hay un antes y un después de las acordadas” dijo la titular de la Comisaría de la Mujer de Trelew, Subcomisaria Laura Mirantes. Agregó que “desde la aplicación de las nuevas disposiciones cada vez son más las mujeres que se acercan para expresar palabras de agradecimiento”.
No es una nimiedad. Que las víctimas de violencia de género ya no se quejen por la falta de respuestas del Poder Judicial es un paso enorme. Una normativa tiene razón de ser solo si es capaz de dar respuestas concretas a las personas que se encuentran en estado de vulnerabilidad.
Pensar que el objetivo está cumplido sería un gran error. De las charlas mantenidas en las últimas jornadas se desprende que todavía hay un largo camino por recorrer. Se observan pequeñas disputas que deben ser zanjadas con empatía. Hay cuestiones de articulación que deben ser perfeccionadas y mensajes dirigidos al poder político al que también es imprescindible convocar.
La violencia de género no es un esnobismo. Tampoco es una batalla que se gane una vez para siempre. Es la lucha de todos los días, los 365 días del año. Y en esa vorágine, el éxito de un sistema está atado al desvelo permanente, el trabajo inquebrantable y el compromiso irreductible de los actores involucrados.
Eso sí. Con reglas claras, todo es más fácil. Por eso decimos que vamos por buen camino.